Con los Martichollos ocurre lo mismo que con las borracheras muy gordas, juras y perjuras que será la última, pero siempre vuelves a caer. Hace unos días fui a uno que se las prometía muy bueno. Vaqueros Levi’s a 20 euros. Tengo que ir, tengo que ir. Hasta mi madre pensó que merecía la pena. Así que fuimos las dos. Después de estudiar cuidadosamente el callejero (el outlet en cuestión estaba en un polígono industrial de San Fernando de Henares), llegamos al lugar indicado: una nave escondida en un callejón sin salida que era una mezcla entre el más cutre de los bares poligoneros de Alcorcón y la más peligrosa de las calles de Brooklyn.
En la puerta, junto a restos de basura y una caca de perro aplastada, hacían cola varias personas. Pero lo peor estaba por llegar. Una vez dentro, el caos y la anarquía se apoderaron de nosotras. “Tú miras por esos dos expositores de allí y yo, por estos dos. Cuando tengamos material suficiente, nos encontramos en este punto central. Sincronicemos relojes”. Cuando tenía media docena de prendas bajo el bajo, me di cuenta. No había probadores. Y todo el mundo sabe que no te puedes comprar unos pantalones sin probártelos en un sitio donde no te devuelven el dinero.
De repente vi que a mi izquierda había un hombre en calzoncillos probándose unas bermudas y al fondo, una chica en bañador poniéndose unos vaqueros. Lo vi claro. Recé para no encontrarme con nadie conocido en aquel lugar y blasfemé por llevar unas bragas feas con compresa de alas incluida. Respiré profundamente y me bajé los pantalones.
Allí en medio, delante de decenas de desconocidos me quedé medio desnuda y me probé casi veinte vaqueros, hasta dar con dos modelos que me gustaban y me valían. Con los dos vaqueros bajo el brazo y una sonrisa en la cara, me fui de aquel lugar pulgoso pensando en si merecía la pena hacer el ridículo de aquella manera con tal de conseguir un par de Levi’s auténticos de temporada al 80 por ciento.
Ya en casa, frente al espejo y con uno de los pantalones puestos supe la respuesta. ¿Dos Levi’s en mi armario por 40 euros? ¡Por supuesto que merece la pena!
En la puerta, junto a restos de basura y una caca de perro aplastada, hacían cola varias personas. Pero lo peor estaba por llegar. Una vez dentro, el caos y la anarquía se apoderaron de nosotras. “Tú miras por esos dos expositores de allí y yo, por estos dos. Cuando tengamos material suficiente, nos encontramos en este punto central. Sincronicemos relojes”. Cuando tenía media docena de prendas bajo el bajo, me di cuenta. No había probadores. Y todo el mundo sabe que no te puedes comprar unos pantalones sin probártelos en un sitio donde no te devuelven el dinero.
De repente vi que a mi izquierda había un hombre en calzoncillos probándose unas bermudas y al fondo, una chica en bañador poniéndose unos vaqueros. Lo vi claro. Recé para no encontrarme con nadie conocido en aquel lugar y blasfemé por llevar unas bragas feas con compresa de alas incluida. Respiré profundamente y me bajé los pantalones.
Allí en medio, delante de decenas de desconocidos me quedé medio desnuda y me probé casi veinte vaqueros, hasta dar con dos modelos que me gustaban y me valían. Con los dos vaqueros bajo el brazo y una sonrisa en la cara, me fui de aquel lugar pulgoso pensando en si merecía la pena hacer el ridículo de aquella manera con tal de conseguir un par de Levi’s auténticos de temporada al 80 por ciento.
Ya en casa, frente al espejo y con uno de los pantalones puestos supe la respuesta. ¿Dos Levi’s en mi armario por 40 euros? ¡Por supuesto que merece la pena!