viernes, 23 de noviembre de 2012

Anoche soñé que volvía a Manderley



Algunas noches acostada en mi cama, con los ojos cerrados y a punto de quedarme dormida, juraría con todas mis fuerzas que aun existe el gabinete. Por un momento tengo la absoluta certeza de que, si me levanto y camino por el pasillo, seguirá allí, con su suelo rojo, sus dos mesas y sus libros en las paredes.

Pienso también que el frigorífico continúa plantado en la entrada junto a la puerta, que El beso de Klimt está sobre la cama y que aún hay tres agujeros mal tapados en la pared del salón. Incluso, si me concentro bien, puedo sentir los pasos de un gato negro sobre el armario, a punto de lanzarse sobre mí para despertarme. Puedo ver y notar todo eso como si lo tuviera delante de mis ojos.

Pero no. No ha quedado nada. El gabinete y todo lo demás han desaparecido ya. Miro a mi alrededor despacio, buscando algo que me confirme que todo aquello existió algún día. Una señal que me diga que no está solo en mi imaginación. ¿Acaso es capaz la mente de hacer desaparecer periodos completos de una vida?

Y justo cuando estoy a punto de rendirme, de aceptar que lo he soñado todo, que nunca hubo gato negro, ni agujeros en la pared, ni nada, aparece mi señal. Ahí está. Sobre mi mesa. Olvidado detrás de un calendario y de un bote de lápices: el pequeño corazón de cristal de Malta. Sigue ahí, donde ha estado siempre, como si nada.  

Lo cojo y de repente, como por arte de magia, aparece todo otra vez. El gato, el gabinete, el frigorífico, los agujeros, incluso muchas otras cosas que había olvidado por completo. Una hucha con forma de cerdo, una bala en una caja, una guitarra en un rincón.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Ángel caído



Se ha estrellado un ángel en el cielo de Madrid

P.D. en la Calle Mayor, frente al Mercado de San Miguel