miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cosas que dejan de importar cuando personas dejan de importar

Hoy he tenido una sensación extrañísima.

Me encontraba en el Caixaforum del Paseo del Prado, en la presentación de la nueva exposición La persistencia de la geometría, una muestra que propone un repaso por algunas de las obras del MACBA, cuando, de repente, me he visto rodeada de catalanes.

Allí estaban ellos, con su pelo cortísimo y sus patillas. Y ellas, con sus gafas de pasta y sus collares de cuentas enormes. Todos juntos, presumiendo de acento y de palabras como demá-turná-demá-turná-demá-turná.

En cualquier otro momento, no me hubiera importado en absoluto estar allí con ellos. Escuchándoles hablar en su maravillosa lengua e imaginando que paseo por la Rambla de las Flores. Pero hoy, hoy no me ha gustado nada. No sé por qué (mentira, sí que lo sé) me han molestado.

Por primera vez en mi vida me he sentido incómoda entre tanto catalán. Con ganas de largarme de allí y perderles de vista. He sentido que no tenían absolutamente nada que ver conmigo. Ni yo con ellos. Les he sentido lejos, extraños, ajenos en todo a mi vida. Y me he sentido muy aliviada cuando he salido del Caixaforum y he vuelto a caminar por las calles de Madrid.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Imagina que el mundo se termina dentro de 10 horas. La Tierra desaparecerá y con ella, todas las personas que han formado parte de tu vida.

¿Qué harías durante ese tiempo?
¿Quién pasa por tu mente cuando piensas en todo lo que no has dicho y tienes que decir?

A mí me ha pasado exactamente lo mismo...

jueves, 11 de agosto de 2011

Suerte



Desgraciada, pero afortunadamente, creo que ya he terminado de hacer balance.

Mucha suerte a todos.

miércoles, 13 de julio de 2011

Muro de Berlín

Los portales iban pasando a mi izquierda mientras bajábamos la calle. Yo llevaba un impermeable rojo que mi tía Julia me había traído de París y mi madre me agarraba fuerte de la mano. Años después, Julia recordaría aquel impermeable con lágrimas en los ojos.

Por fin llegamos frente al número 6. En mi memoria, la puerta de aquel portal tiene barrotes negros de hierro forjado, pero ahora ya no es así. Atravesamos el estrecho pasillo y subimos la vieja escalera de piedra hasta el primer piso. Allí se abrió la puerta C, y mis abuelos y mi tía Julia nos abrazaron llorando al entrar. Yo estaba feliz. Volvíamos a Madrid para pasar la navidad.

El Muro de Berlín había caído hacía tan solo unos días, y mientras el mundo se reunificaba, nosotros buscábamos una nueva vida. Todo cambió a mi alrededor cuando, al terminar las vacaciones, seguíamos en casa de mis abuelos y a mí me compraron un uniforme gris para ir a mi nuevo colegio en Madrid.

Al preguntar cuándo nos íbamos a Mallorca con papá, la única respuesta que conseguía era un “todavía, no”. Meses después, comprendí que no volveríamos nunca. A partir de ese momento nuestra casa fue el pequeño piso de los dos balcones con vistas a la M-30.

Veinte años después, la nostalgia ha conseguido que pueda recordar aquellos años horribles de mi vida con ternura y sin dolor. Esa época sirvió para formar la persona que soy hoy, y que no hubiera llegado a ser nunca de haber crecido en la vida fácil de Mallorca. Incluso he vuelto a aquella casa del número 6, he vivido allí y he sido inmensamente feliz.

Pero cuando llegué por primera vez, no lo era. Lo he entendido ahora. Con cinco años yo era una niña triste. Lloraba mucho y no entendía por qué mi familia odiaba de repente a mi padre. No le volví a ver hasta tres meses después, cuando vino a verme a Madrid.

miércoles, 27 de abril de 2011

Así estoy yo sin ti

"En aquel relámpago de lucidez tuvo conciencia de que era incapaz de resistir sobre su alma el peso abrumador de tanto pasado".


Cien años de soledad. Gabriel García Márquez


Esto es exactamente lo que yo quería decir en Sin título. Es necesario ser poeta para pintar con palabras lo que siente otra persona.

martes, 26 de abril de 2011

Sin título

Me invaden la nostalgia y la melancolía de una manera tan profunda que creo que me voy a desmayar.

miércoles, 6 de abril de 2011

Los erizos

El viernes pasado vio algo que le hizo sentir muy bien. Conducían hacia la sierra de Madrid, ya de noche. De pronto, al girar en una curva de la carretera, los faros alumbraron un erizo al que casi atropellaron. Pararon en la cuneta sin pensarlo y salieron corriendo dejando las puertas abiertas del coche para poder verlo de cerca. Después de haber leído tantos cuentos en los que el protagonista era un erizo, ver uno por primera vez era muy emocionante. De repente, cruzó otro en la misma dirección. ¡Era una pareja! Era una suerte poder admirar unos animales tan fascinantes en libertad y por partida doble.



Con esas patitas tan cortas, los erizos no pueden correr muy deprisa, pero uno de ellos consiguió escapar y esconderse detrás de un árbol, mientras ellos inspeccionaban a su compañero. El pobre erizo se quedó quietecito justo al borde de la carretera, asustado por sus gritos de “¡Mira, un erizo!” y de “¡Vamos a cogerlo, vamos a cogerlo!”. En el momento en el que ella se agachó para verlo de cerca, el erizo empezó a enrollarse sobre sí mismo hasta quedar convertido en una auténtica bolita en la que no se diferenciaban ni cara, ni patas, ni barriga. Solo púas.



Con ayuda de la chaqueta, lo cogieron y lo dejaron junto al otro erizo, para que pudieran seguir su camino. Volvieron al coche y les dejaron allí, preocupados por si volverían a cruzar la carretera y preguntándose qué demonios hace el ser humano en este mundo, fastidiando la vida a animales tan indefensos y maravillosos como estos.

martes, 22 de marzo de 2011

Aparición en el metro de Madrid I

Hoy me he visto reflejada en el cristal de la puerta del vagón del metro en el que viajaba. Y no me he visto a mí. He visto a la niña de 10 años que hacía el trayecto Puente de Vallecas-Concha Espina para ir al colegio Nicolás Salmerón cada mañana.

Sin previo aviso, ante mí se ha aparecido una imagen de hace más de quince años, que creía olvidada. Sin embargo, en el reflejo se apreciaba clara y nítida.

La niña del cristal tenía la cabeza apoyada en la pared del vagón, con cara de aburrida, exactamente igual que yo. Pero no llevaba el pelo suelto como lo llevo ahora, sino una coleta despeinada. En lugar del portátil, a sus pies descansaba una mochilla llena de libros de texto. Y sus manos no sujetaban un teléfono móvil, sino Matilda abierto por la página 84 (...).

miércoles, 2 de marzo de 2011

La exprincesa de los pies maravillosos

Todo empezó a terminar cuando dejé de ser la princesa de los pies maravillosos.

En el año cero, todas las cartas de amor concluían con esas palabras: "te amo, princesita de los pies maravillosos". Al pasar el tiempo, el remitente que escribía aquello olvidó incluir en sus cartas esa despedida fundamental al final de la hoja de papel.

Yo no reparé en aquel descuido irremediable hasta varios años después. Años después incluso de que también desaparecieran las cartas. Y mi sorpresa fue mayúscula. ¿En qué momento ocurrió? y, sobre todo, ¿cómo hemos permitido que pasara?

El 22 de octubre de 2004 es la fecha en la que aparecen por última vez escritas esas palabras en el archivo de misivas que descansa en el estante que hay sobre mi cama. Imagino que la frase pasaría por aquel entonces a ser la despedida de los correos electrónicos de amor: mucho más frecuentes, pero también mucho menos románticos.

El caso es que en la última carta que me escribió, también de octubre, pero del año 2009, vuelve a aparecer la palabra "princesita". Sin embargo, va predecida por un "te quiero" revelador, en lugar de por un "te amo".

Dejar de amarnos desesperadamente y empezar a querernos ha sido lo peor que me ha pasado jamás. Y nunca te lo perdonaré.

martes, 22 de febrero de 2011

Después de ti no hay nada

Enterré mi fe,
junto a todo lo que sé,
en tu labio superior

miércoles, 2 de febrero de 2011

Ideas de San Valentín para novios despistados

¿Te acuerdas cuando te dije que no me interesaba San Valentín y que no quería que me regalaras nada? Pues era mentira. Sí que quiero un regalo, una sorpresa o hacer algo especial. Y como no me sorprendas con alguna idea genial, me llevaré un disgustazo tremendo. Ala, ya lo he dicho.
Tengo que soltarte las cosas así, porque si no, tú solito no eres capaz de intuirlo. Serás muy capaz de hacer un achepelecé o un elisa, pero de psicología femenina, no tienes ni idea. ¡Así que ponte a pensar en algo ya! Y como estoy casi segura de que esta confesión te pilla por sorpresa, y estoy segura también de que pensabas que no tenías que currarte nada te doy algunas ideas:

Joyas (diamantes, zafiros, ya sabes, algo sencillo...)
Perfumes (primeras firmas, francesas of corsss, nada de marcas yankis)
Pieles (de pelo, por supuesto, nada de cuero o napa, eso es de pobres)

He sacado de esta lista un piso nuevo, porque considero que tu economía no debe estar preparaba para eso. Pero si consideras que tu liquidez da para una casa, adelante.
Por otro lado, si lo que quieres es gastar menos euros o enamorarme con alguna sorpresa gratis (tipo masaje o cena en casa con velas), estás perdido. Esas cosas dejaron de funcionar hace tiempo. Ahora solo me enamoras con regalos caros. Tú veras si me quieres lo suficiente. Así que ya sabes, mediré tu amor según el valor de tu regalo. No me demuestres que no me quieres, por favor. Un besito
PD1: si este fin de semana no me viene la regla, tu regalo tendrá que ser directamente proporcional a mi cabreo. Y mi cabreo será descomunal.
PD2: no vale ir a los programas de televisión si un día soy famosa a enseñar este correo para demostrar lo mala que soy.

miércoles, 12 de enero de 2011

La conciencia

La gata me mira fijamente desde el pasillo. Sentada sobre sus patas traseras, observa en silencio cómo me pruebo un pantalón tras otro frente al espejo. “Sé lo que estás pensando”, le digo. Ella bosteza aburrida, se levanta y se va.

Diez minutos después, entra en el baño para continuar curioseando. De un salto se sube al mármol del lavado y me examina de nuevo mientras me cepillo los dientes. La contemplo durante varios segundos a través del espejo. Quieta, fría e impasible. Con su ojo verde y su ojo marrón.

"Ya te he dicho que sé lo que estás pensando -repito-. Y sigue siendo no". Agarro sus cuatro kilos y medio de peso y la bajo al suelo. Se revuelve ligeramente y con un maullido de desaprobación me muerde un dedo del pie derecho.

Al rato, con el abrigo puesto y a punto de marcharme, ella sigue con su mirada clavada en la mía. Me vigila fijamente junto a la puerta. Ni siquiera pestañea. Algunos animales no necesitan decir ni una palabra para conseguir lo que quieren. "Qué guapa y qué lista eres Inca".

Finalmente me quedo en casa y la gata se va a dormir al armario. No vuelvo a verla en toda la tarde. El trabajo ya está hecho por hoy.

martes, 4 de enero de 2011

Carta a los Reyes Magos



Queridos Reyes Magos, este año he sido malísima, malísima, malísima. Así que no quiero que me traigáis ni los zapatos negros, ni el abrigo camel, ni el bolso marrón. Lo único que me merezco es carbón. Y del de verdad, no del dulce.

Sin embargo, voy a pediros un par de cosas. Traedme cordura, por favor. Y sentido común, responsabilidad y un poquito de madurez. Quiero volver a ser la chica sensata de antes. La que siempre hacía lo correcto y era feliz haciéndolo.

Quiero volver a ser buena.

lunes, 3 de enero de 2011

Notas para hacer de mi vida sin ti algo habitable III


Como han pasado los años,
si parece que fue ayer
cuando discutíamos desesperados.

Si parece que fue anoche
cuando dormíamos abrazados,
si parece que fue ayer
cuando bailábamos enfadados.

Como han cambiado las cosas,
si parece que fue anoche
cuando estábamos enamorados.

domingo, 2 de enero de 2011

Discusión de navidad

Todos los años en navidad, me enfado un poco con A. porque opino que no pasa suficiente tiempo conmigo estos días de fiesta. Aprovecha las vacaciones para visitar a su familia y pasar tiempo en su casa de Andorra. Y yo, que lo tengo todo el año para mí sola pero que soy muy egoísta, siempre quiero que vuelva a Madrid cuanto antes para ir a pasear por las calles, comprar regalos y comer roscón.


Este año ha sido distinto. No he le pedido que viniera a pasar la Nochevieja, ni he querido ir yo a pasarla con él. Seguramente este año, sea él el enfadado y no yo.



La vida es extraña.