Después de un otoño tan lluvioso y de un invierno tan “nevoso”, hasta yo (fan declarada de ambas estaciones) me emociono ahora que vuelve a salir el sol, los pájaros cantan y las nubes se levantan. Este año estrenamos Parque Nacional con el río más lleno que nunca y chorreras en cada rinconcillo de las montañas.
El pantano parece una bañera rebosando con el desagüe
abierto. Los lobos y las nutrias han vuelto a criar
en el valle. Y la pradera, bien verde, presume de mantas de margaritas,
campanillas y violetas. Es un Midsommar en toda regla.
Y yo tengo un subidón de hormonas, antiestamínicos y saúco, que me hace pensar que nunca he sido tan feliz.
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