martes, 4 de mayo de 2010

La cesta light

Repasó su lista de la compra de abril. Solo le faltaban por coger las barritas. Eligió unas con fibra, pasas y 75 calorías cada una. Las echó en la cesta y fue con decisión hacia las cajas para pagar. Mientras colocaba en la cinta mecánica las naranjas, los kiwis, los cereales integrales, los yogures desnatados, la lechuga, los tomates, la pechuga de pavo en lonchas, el queso light y las barritas, notó los ojos de la cajera mirándola con curiosidad.

Se trataba de la misma chica de la sombra verde, las pulseras doradas y el chicle de sandía que la semana pasada (y la anterior) le había cobrado dos flanes, nata para cocinar, bacon, un paquete de espaguetis y una bolsa de doritos. Su intención de ponerse a dieta (con la esperanza de perder 4 kilos en los siete primeros días y volver a sus espaguetis a la carbonara) era buena, pero ante aquella mirada acusadora fue imposible no avergonzarse. Seguramente Pulseras Doradas, con sus 47 kilos de peso y su metabolismo acelerado, no necesitara cuidar lo que comía, pero ella, como cada primavera, sí. Así que decidió pasar por una caja distinta la próxima vez que fuera al súper y continuó dejando alimentos insípidos sobre la cinta.

Cuando pagaba, se fijó en el chico que iba detrás de ella en la fila. No parecía que le sobraran kilos, pero también sacaba de su cesta yogures desnatados, fruta y barritas de cereales. Entonces dio con la solución para no tener que volver enfrentarse nunca más con ninguna otra Pulseras Doradas: encontrar un novio que hiciera la compra por ella.

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