martes, 13 de julio de 2010

Mallorca

Recuerdo las caminatas hasta el Moro para bañarnos desnudas, con la toalla al hombro y las sandalias de agua.

Recuerdo las esperas en la Cuesta, con la digestión a medio hacer.

Me acuerdo también de los helados en la terraza del hotel President, viendo a los alemanes tostándose al sol.

Y de los cangrejos cazados en el espigón. Y de cómo nos colábamos en la piscina de los apartamentos Aucanada para ligar con los turistas. Y de los ensayos de la gala CIGEF.

Recuerdo las púas de los erizos de mar clavadas en mi pie durante todo el verano.

Recuerdo los atardeceres en el pinar de enfrente de mi casa. Y del suave ruido del mar golpeando las rocas mientras planeábamos como sería la huida. Y de las horas perdidas...

Me acuerdo mucho del Faro. Ese faro encantado que vivía en una isla. Y que era la isla adonde queríamos huir.

Y de esos tiempos que ya no volverán.

Pero sobre todo, sobre todo me acuerdo de ti.

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