viernes, 2 de julio de 2010

Oda a Barcelona

Nadie sabe lo que daría por volver a estar sentada en el suelo de la Plaza del Sol. Con 19 años y aquellos pantalones cortísimos puestos. Sujetando un porro de marihuana con la mano derecha y con la cabeza echada hacia atrás. Riendo.


Aquella semana yo tuve Barcelona a mis pies. Y fui consciente de eso. Creo firmemente que el Arco del Triunfo fue levantado durante aquellos días para mí. Y que la Rambla de las Flores, el Paseo de Gracia o el Barrio Gótico fueron diseñados y construidos para que yo paseara por ellos, esas tardes de finales de junio.

Hizo tanto calor y yo estaba tan segura de mi misma que podía ir semidesnuda por la calle durante todo el día. Enseñando pierna y escote. Sin que me importara nada en absoluto lo que pensaran los demás. Allí no me conocía nadie.

Recorrí sus calles como un animal salvaje. Hice una mudanza, volé en ventilador, fui a una despedida de soltero, salí con lo puesto, comí burritos, estrené una casa, tiré petardos. Ardí en la hoguera de San Joan. Nadie sabe lo que daría por volver. Menos mal que lo tengo grabado a fuego en mi memoria y en mi piel.

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