De momento estoy teniendo mucha suerte. Ni un revisor en meses.
La cosa es así. Viajo tranquila la mitad de mi trayecto. Leyendo, mirando por la ventanilla o espiando a los demás pasajeros que vuelven cansados de trabajar. Pero cuando el tren cierra sus puertas en Villaverde Alto y se pone de nuevo en marcha, cruzando la invisible y temida frontera entre la Zona A y la Zona B, dejo lo que estoy haciendo y me concentro en vigilar las dos puertas que comunican el vagón con el resto del convoy.
En mi plan sin plan, imagino que si veo entrar a un revisor pidiendo billetes me dará tiempo a esconderme en un compartimento a lo Con la muerte en los talones o a saltar a la vía y escapar a la carrera. O mejor, que improvisaré un discurso en inglés disculpándome porque soy una turista despistada y no sabía nada del cambio de zona.
Y así paso las cuatro paradas que me separan de La Serna. Con mi triste Abono Transportes y su delatora A en las manos, mirando los polígonos industriales y las casas de ladrillo de las Zonas B y B1.
Luego nunca pasa nada. Llego sin problemas, nadie me ha pillado y salgo de la estación con esa ligera satisfacción de quien ha burlado a la autoridad una vez más. Pero un día me van a enganchar. Lo presiento. Ya me toca.
_Ya te has vuelto a colar, ¿a qué sí?
_Sí.
_Un día te van a pillar.
_Lo sé. Pero no me queda otra.
La cosa es así. Viajo tranquila la mitad de mi trayecto. Leyendo, mirando por la ventanilla o espiando a los demás pasajeros que vuelven cansados de trabajar. Pero cuando el tren cierra sus puertas en Villaverde Alto y se pone de nuevo en marcha, cruzando la invisible y temida frontera entre la Zona A y la Zona B, dejo lo que estoy haciendo y me concentro en vigilar las dos puertas que comunican el vagón con el resto del convoy.
En mi plan sin plan, imagino que si veo entrar a un revisor pidiendo billetes me dará tiempo a esconderme en un compartimento a lo Con la muerte en los talones o a saltar a la vía y escapar a la carrera. O mejor, que improvisaré un discurso en inglés disculpándome porque soy una turista despistada y no sabía nada del cambio de zona.
Y así paso las cuatro paradas que me separan de La Serna. Con mi triste Abono Transportes y su delatora A en las manos, mirando los polígonos industriales y las casas de ladrillo de las Zonas B y B1.
Luego nunca pasa nada. Llego sin problemas, nadie me ha pillado y salgo de la estación con esa ligera satisfacción de quien ha burlado a la autoridad una vez más. Pero un día me van a enganchar. Lo presiento. Ya me toca.
_Ya te has vuelto a colar, ¿a qué sí?
_Sí.
_Un día te van a pillar.
_Lo sé. Pero no me queda otra.
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